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Analizando los tiempos modernos una de las primeras reflexiones que se vienen a la mente es la importancia que se le atribuye a lo estético, quizás una importancia que trasciende lo valórico y hasta los propios sentimientos.
Todos viven de la imagen que se proyecta a los demás, quedandose en la simplicidad del aspecto físico, poniendo a las personas en categorias como lindo, feo, gordo o flaco.
¿En qué momento se llego a este estado de ignorancia y superficialidad? Cuando se dejaron de lado los sentimientos y las cosas simples de la vida y paso a ser prioritario la imagen y status para impresionar al otro.
Se crítica el sistema individualista y capitalista que absorbe cada día a la sociedad, pero, en el cotidiano prácticamos este modelo a cada momento con actitudes discriminatorias y excluyentes, siendo nosotros mismos la peor barrera para llegar a ser una sociedad incluyente, donde todos tengamos el mismo valor independiente de lo estético y lo físico.
Si se nos enseñará a no excluir, no sería necesario batallar por la Inclusión.
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La reflexión es a replantearnos en el ser y ver que queremos para nuestras futuras generaciones, vivir del materialismo impuesto por el capitalismo o entregarnos como lo que somos, seres únicos e irrepetibles e igual de importantes que el que tiene más o aquel que vive en una pobla.
Nos dividen las ideologías políticas, creencias religiosas, la inclinación por un determinado equipo de fútbol, es tiempo que algo nos una y esto sean los sentimientos. Dejar de vivir de las apariencias y del qué dirán.
Defendamos convicciones desde la aceptación y el respeto hacia los demás.